Eduardo Galeano

Camarones


A la hora de los adioses del día, los pescadores preparan sus atarrayas en las costas del golfo de California. Cuando el sol, el viejo mago, echa su fogonazo final, ya las canoas se deslizan entre los islotes de la costa. Allí, esperan la luna. Durante el día, los camarones han estado escondidos en el fondo de las aguas, bien pegados al barro o a la arena. Apenas la luna se deja ver en el cielo, los camarones suben. La luz de la luna los llama, y allá van. Entonces los pescadores arrojan las redes, plegadas al hombro, y las redes se abren como alas en el aire y en la caída los atrapan.Así, viajando hacia la luna, los camarones encuentran su perdición.Nadie diría, al verlos, que estos bichos barbones tienen tanta tendencia a la poesía, con lo feítos que son; pero cualquier boca humana, al saborearlos, da fe.


Flor que recuerda


Parece orquídea, pero no. Huele a gardenia, pero tampoco. Sus grandes pétalos, alas blancas, tiemblan queriendo volar, irse del tallo; y ha de ser por eso que en Cuba la llaman mariposa. Alessandra Riccio plantó, en tierra de Nápoles, un bulbo de mariposa, traído desde La Habana. En tierra extraña, la mariposa dio hojas, pero no floreció. Y pasaron los meses y los años, y seguía sin dar nada más que hojas cuando unos cubanos amigos de Alessandra llegaron a Nápoles y se quedaron en su casa durante una semana. Entonces, en los alrededores de la planta, sonaron y resonaron las voces de su tierra, el antillano modo de decir cantando: la planta escuchó esa música de las palabras durante siete días y siete noches, porque los cubanos hablan despiertos y dormidos también. Cuando Alessandra dijo adiós a sus amigos, y regresó del aeropuerto, encontró en su casa una flor blanca recién nacida.


Ambos textos son de Eduardo Galeano (escritor Uruguayo).
El libro de donde están tomados los pequeños relatos se llama "Bocas de tiempo".