¡Tiemblen, dragones!


La versión en español del cuento "¡Tiemblen, dragones!" que hoy compartimos, está tomada del libro "Cuéntame lecturas para todos los días" (Editorial Castillo, 2009), antologado por Francisco Hinojosa.




Historia: Robert Munsch.
Ilustraciones: Michael Martchenko.

Elizabeth era una hermosa princesa. Vivía en un castillo enorme y tenía muchos vestidos elegantes. Además pronto se casaría con su novio, el príncipe Ronaldo.

Por desgracia, un dragón destruyó su castillo, quemó todos sus vestidos y se llevó al príncipe Ronaldo. Elizabeth decidió ir tras el dragón para rescatar a su novio. pero antes necesitaba encontrar que ponerse. Buscó por todos lados y lo único que encontró fue una bolsa de papel. Elizabeth se la puso y partió en busca del dragón.

Fue muy fácil seguirlo. Sólo tuvo que seguir su rastro por los bosques quemados.

Después de un largo rato, Elizabeth llegó a una cueva con una gran puerta y un aldabón enorme. Elizabeth tomó el aldabón y tocó tres veces: ¡BANG, BANG, BANG!

El dragón asomó la nariz por la puerta y dijo:

—¡Vaya! ¡Una princesa! Me encanta comer princesas, pero hoy ya me comí un castillo entero. Soy un dragón muy ocupado. Regresa mañana.

Azotó la puerta tan fuerte, que Elizabeth por poco se queda sin nariz. Elizabeth tomó el aldabón y llamó de nuevo a la puerta: ¡BANG, BANG, BANG!

El dragón se asomó una vez más y dijo:




—Ya te dije que te fueras. Me encanta comer princesas, pero hoy ya me comí un castillo entero. Soy un dragón muy ocupado. Regresa mañana.

—¡Espera! —exclamó Elizabeth—. ¿Es cierto que eres el dragón más listo y feroz del mundo entero?

—Sí— dijo el dragón.

—¿Es cierto —preguntó Elizabeth— que puedes quemar hasta diez bosques con tu aliento de fuego?

—Desde luego —contestó.

El dragón tomó una gran bocanada de aire y lanzó tanto fuego, que quemó otros cien bosques.

El dragón no tenía fuego ni para asar una salchicha. Elizabeth dijo:

—Oye dragón, ¿es cierto que puedes volar alrededor del mundo en tan solo diez segundos?
—Por supuesto— le contestó.

El dragón tomó vuelo, dio un gran brinco y se elevó por los aires. Dio la vuelta al mundo en solo diez segundos. El dragón regresó muy cansado, pero Elizabeth gritó:

—¡Fantástico! ¡Hazlo otra vez!

El dragón se elevó de nuevo por los aires y dio la vuelta al mundo en tan solo veinte segundos.

Cuando regresó, estaba tan cansado que se acostó en el piso y se quedó profundamente dormido.

Elizabeth se acercó al dragón y le susurró suavemente:

—Oye, dragón...

Pero el dragón no se movió ni un poquito. Elizabeth levantó la oreja del dragón y metió su cabeza dentro. Entonces gritó tan fuere como pudo:

—¡OYE DRAGÓN!



El dragón estaba tan cansado que ni se inmutó. Elizabeth pasó por encima de dragón y abrió la puerta de la cueva. Ahí estaba el príncipe Ronaldo. Cuando la vio, el príncipe dijo:

—¡Elizabeth! ¡Estás hecha un desastre! Hueles a ceniza, tu pelo es un asco y vienes vestida sólo con una vieja y sucia bolsa de papel. Ni pienses que te dejaré rescatarme en esas fachas. Regresa cuando parezcas una princesa de verdad.


—Ronaldo —respondió Elizabeth—, tu ropa es muy elegante y estás muy bien peinado. Pareces un verdadero príncipe, pero en realidad eres un patán.
Después de todo, Elizabeth y Ronaldo no se casaron.