Para empezar el año leyendo: Ricardo Piglia

Ricardo Piglia (1941-2017). Escritor argentino.
Por Addy Góngora Basterra.
Aunque no tengo nada que lo conste, sé que el 17 de octubre de 2005 terminé de leer “Respiración artificial” de Ricardo Piglia. Debía leerlo como parte de una asignatura de la maestría en literatura. En ese libro conocí a Emilio Renzi y me adentré a la narrativa de uno de los autores argentinos contemporáneos que mucho escucharía a lo largo de los cuatro años que estuve en Buenos Aires. Una de las profesoras nos hablaba de él con tal pasión que a varios nos hizo pensar que era su amante o que algo le debía. Después entendimos que tarde o temprano así nos pasa a todos cuando nos apasionamos por un autor, porque hablamos de él como si nos perteneciera cuando cierta intimidad se entrelaza a nuestra vida.
Los autores, con lo que escriben, se meten a nuestra casa, van con nosotros de viaje, están a nuestro lado mientras la pareja duerme, ocupan un lugar en el bolso, escuchan nuestras conversaciones, atestiguan nuestros domingos y el tiempo libre.
Leer es compañía para la memoria: aunque no sea textualmente, hay párrafos que siguen resonando en nuestra mente con el paso del tiempo.
Leer se trata de hacer nuestras las palabras de otros, palabras que enriquecen nuestras vidas al saber decir lo que pensamos o sentimos, aquello que no habíamos sabido nombrar.
Eso es lo que muchos de nosotros hicimos con Ricardo Piglia.
Han transcurrido casi doce años desde que leí “Respiración artificial” y conservo algunos párrafos que transcribí y que aquí comparto.


  Piglia, Ricardo. Respiración artificial. Seix Barral: 1980. España.


  •   … te escribo porque los años me han fijado los recuerdos como un sarro… (p. 20)
  • ¿Qué es el exilio sino una forma de la utopía? El desterrado es el hombre utópico por excelencia, vive en la constante nostalgia del futuro (p. 26)
  • El exilio es como un largo insomnio (p. 27)
  • La correspondencia es un género perverso: necesita de la distancia y de la ausencia para prosperar (p. 29)
  • ¿Qué mejor modelo de autobiografía se puede concebir que el conjunto de cartas que uno ha escrito y enviado a destinatarios diversos, mujeres, parientes, viejos amigos, en situaciones y estados de ánimo distintos? (p. 30)
  • Ya no hay experiencia, sólo hay ilusiones. Todos nos inventamos historias diversas para imaginar que nos ha pasado algo en la vida. Una historia o una serie de historias inventadas que al final son lo único que realmente hemos vivido. Historias que uno mismo se cuenta para imaginarse que tiene experiencias o que en la vida nos ha sucedido algo que tiene sentido (p. 30-31)
  • Y entonces ahora tendría que seguir escribiéndote hasta la madrugada, una carta que durara toda la noche para estar acompañado (p. 35)
  • Para mí el sueño ha venido a ocupar el lugar de los recuerdos (p. 42)
  • Para encontrarse con la gente que uno quiere hay que dormir (p. 68)
  • Tenemos los recuerdos que nos han quedado del país y después imaginamos cómo será (cómo va a ser) el país cuando volvamos a él. (p. 69)
  • La correspondencia en sí misma ya es una forma de la utopía. Escribir una carta es enviar un mensaje al futuro; hablar desde el presente con un destinatario que no está ahí, del que no se sabe cómo ha de estar (en qué ánimo, con quién) mientras le escribimos y, sobre todo, después: al leernos. La correspondencia es la forma utópica de la conversación porque anula el presente y hace del futuro el único lugar posible del diálogo. (p. 76)
  • La única tierra que puede tener un hombre es la que recibe cuando lo entierran (p. 78)
  • La literatura no puede tener otra materia que la propia experiencia vivida. (p. 150)
  • Pocos hombres pueden decir lo mismo de sí mismo: que han sido fieles a las ilusiones de su juventud. (p. 155)
Aunque a saltos y por pedacitos, esta es una manera de empezar el 2017 leyendo o, por lo menos, de sembrar antojo por hacerlo.
Publicado en el Diario de Yucatán.


Ricardo Emilio Piglia Renzi nació en Adrogué, provincia de Buenos Aires, el 24 de noviembre de 1942. “Respiración artificial” fue su primera obra maestra. Murió el viernes 6 de enero de 2017 a los 75 años a causa de las complicaciones generadas por la esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad degenerativa que padecí­a hace años.