El reino de lo irremplazable

Mayra Santos-Febres (1966).
Escritora Puertorriqueña. 

Relojes, celulares, tenis Nike, bicicletas, zapatos comprados por internet, ipads, kindles, gogo’s, camisetas, gorras, sortijas, cosas, cosas, cosas. La gente no me cree, pero para los más jóvenes la "mercancía" los abruma. Ya las cosas no significan nada, o casi nada.

Para muestra, un botón.

Los otros días, en mi taller de poesía de la Universidad de Puerto Rico, les pedí a mis pichones de poetas (¡son unos genios, pero no se los digan!) que escribieran 5 haikús o 5 odas refiriéndose a 5 objetos que pare ellos fueran importantes. El juego me lo enseñó la amiga y poeta Chiara Merino, autora del libro "Criaturas gelatinosas". Es un buenísimo libro. Lo recomiendo.

Los poemas que salieron eran bastante flojos, cosa rara en mis pollitos versificadores. Cuando les pregunté por qué esa poesía tan rala, me contestaron:

—Profe, yo no tengo cosas. Es decir, son mías, pero no . Es que estamos acostumbrados a que todo es reemplazable.

Alcé las cejas en asombro. ¿Todo es reemplazable? Error. Horror. ¿Qué es eso? Ya estaba pensando cómo debatir tan terrible enunciación, tan errada cosmovisión, cuando decidí darle un segundo pienso a la cosa. Me callé la boca y decidí escuchar en vez de corregir, aprender en vez de guiar. He sido muchas cosas en esta vida, menos bruta. Sé reconocer sabiduría, venga de donde venga.

A mis alumnos les tocó aquel día ser mis maestros. Escuché callada y atenta mientras ellos pensaban, sopesaban y argumentaban, a ver por qué las cosa no les tocaban los afectos. Volvían a hacer lista y nada. No heredaron ningún reloj del abuelo. No guardaron ningún juguete de la infancia (que acaban de dejar atrás). Se han mudado tantas veces, de tantos pueblos, estados, casas, vecindarios que todo fue quedando en cajas olvidadas o basureros. Los vi tratar, realmente tratar de encontrar aquellas cinco cosas entrañables, sin éxito.

Mis alumnos tienen razón. Para ellos Todo ES REEMPLAZABLE. Hasta los afectos.

Esto es un cambio significativo que vale la pena pensar. Lo que quiero decir, es que, si este, como la mayoría de los países del tercer mundo, es un país de jóvenes; ya las cosas no significan nada para casi nadie.

Otro efecto de la sociedad de consumo. Uno consume no por necesidad, ni siquiera por lujo; sino por el consumo en sí. Todo muy hegeliano.

Yo, hasta el sol de hoy, guardé dos Muñecas Newborn babies negras, las primeras muñecas negras hechas por Mattel. Me las regalaron a la edad de los 8 años.

No quiero argumentar que de niña fui una luchadora de los derechos civiles y de la igualdad en representación" juguetil" . Lo que sí argumento es que para mí aquel evento fue importante y que aquella muñeca me parecía tan asombrosa, tan improbable que decidí guardarla de por vida.

Lo mismo me pasa con los anillos de boda de mi madre (los míos no, que ya llevo tres matrimonios), un traje de cuando tenía 4 años (era una nena gooorda), fotos polaroid, dientes de mis hijos, y dos trajes de poliester bien "seventies" que usaba mami. Eso y los libros y cartas de mi hermano muerto componen una especie de altar personal íntimo, cosas que no pegan ni pueden ser fácilmente traducibles en mi status de Facebook. Cosas demasiado concretas para servir de info para el desarrollo de amigos virtuales.

Lo que quiero decir es que yo, que me hice mujer justito en la cresta del imperio de lo repetible y lo reemplazable, todavía conservo una cierta ingenuidad por lo tangible. No me creo que tengo amigos en "Facebook" . Tiendo a diferenciar la imagen de la cosa y la información de la experiencia. Qué les puedo decir, soy arcaica.

Pero, ¿y mis pollitos (así llamo a mis estudiantes, no puedo evitar ser un poco mamá gallina con ellos)?¿Qué altares holográficos construirán ? ¿Qué odas elementales escribirán a qué par de calcetines, a qué hogaza de pan, a qué Marilyn Monroe o Amy Wineheart suicidándose?

Talento tienen, y pulso. Y son tan tan inteligentes...

Veremos donde logran depositar sus afectos.

Veremos.